Sigo hablando de mí experiencia docente como profesora de dibujo que me ha hecho pensar mucho en el dibujo académico.
Para refrescar conceptos básicos, aprender cosas nuevas pero principalmente para comparar mi estructura mental con la de otra persona que se enfrenta al mismo problema: tratar de explicar con palabras cómo progresar en el dibujo figurativo. Quería saber si me estaba saltando algo importante o había maneras más sencillas de explicar lo que quería contar a mis alumnos. En su día preparé el programa en tiempo record y ahora que ya ha rodado un poco sentí que era buen momento para analizarlo.
Encontré en Domestika el curso: Dibujo artístico para principiantes de Ester Lloveres. Y me tranquilizó ver que contábamos más o menos lo mismo, palabras y conceptos muy similares y una progresión parecida.
Pero disfruté mucho la parte de materiales y probar los que ella propone en el curso me dio una excusa para sacar un par de ratos de libreta. Dibujo mucho en digital, principalmente por encargo, pero siempre llevo la libreta encima, muchas veces echo de menos meterme en un dibujo con lápiz durante tres horas simplemente por ver si me sale. Y si se alinean los astros, hasta un lienzo.
La libreta es meditación, no diré qué me da igual que me salga mal y que no hay presión. Siempre hay presión. Pero si que tiene un punto meditativo, mecánico que te permite tener la mente en un campo muy cerrado a nivel de toma de decisiones donde tus problemas son si mover una línea 2 milímetros a la derecha o añadir oscuridad a una zona de sombra. En ese sentido se agradece.
La representación de la realidad en un dibujo es un truco que los seres humanos hemos querido aprender desde hace muchos años. Es algo muy básico para todos a la hora de dibujar, querer representar la realidad “tal cual es”. Sentimos que dibujar bien es llevar al papel exactamente lo que tenemos en la mente y resulta frustrante intentarlo y que no solamente no suceda si no además darnos cuenta de que esa imagen que tenemos en la cabeza es menos precisa y detallada de lo que nos creíamos. Cuando aprendemos a dibujar entendemos que eso que imaginábamos que sucedería de manera fluida no era más que un truco de magia y que nos habíamos dejado engañar.
En una sesión de dibujo se ponen en marcha mecanismos del cerebro que no suelen estar activos en el día a día. A nivel evolutivo nuestro cerebro tiende a atajar, por no decir a mentir. Son por lo general mentiras honestas orientadas a aumentar nuestras probabilidades de supervivencia. No sin paternalismo, nuestro cerebro nos da explicaciones sencillas que hace que no perdamos tiempo haciéndonos ciertas preguntas, es muy útil para que no te devore un león o no te despeñes por un acantilado. Tira de pareidolias, apofenias y otras cosas en griego para sacar una conclusión precipitada que en la mayor parte de los casos resulta ser efectiva para sobrevivir pero no siempre nos ofrece una lectura correcta de un estímulo visual.
Pero en un entorno fuera de peligro podemos dedicarnos a decodificar esos mecanismos y hackearlos para que nuestros dibujos salgan más bonitos o al menos más parecidos a lo que creemos que vemos. El dibujo no es un don natural, no más que las matemáticas o la mecánica. Siempre hay personas con más facilidad para hacer ciertas cosas pero lo más normal es que detrás de un gran dibujante haya muchas horas de trabajo. Todo se entrena. Puede que al ver a alguien dibujar simplemente no seas consciente de sus estrategias, y puede que hasta la persona que dibuja las haya integrado tanto que tampoco sea consciente. Pero están. Los dibujantes tienen trucos para tomar medidas y referencias. Comparan distancias y espacios y conocen las trampas habituales del cerebro, saben que un espacio con muchos elementos parecerá más grande que uno vacío y tomarán medidas más allá de de sus intuiciones.
Cuando alguien que no ha dibujado mucho dibuja un retrato tiende a reducir los espacios donde no hay elementos. Como la frente o el espacio entre el ojo y la oreja. Estos dibujos pueden entenderse como un mapa de cómo el cerebro funciona jerarquizando, interpretamos que en los espacios vacíos no hay información importante y lo ignoramos. Sin embargo tendemos a hacer los ojos y los labios muy grandes porque obtenemos mucha información de ellos, sobre el estado de ánimo o el mensaje que tratan de transmitirnos.
Alguien más entrenado será consciente de que debe tener cuidado con esos espacios vacíos y medirlos y compararlos con el resto de distancias o de manera un poco más ágil sobredimensionando esas zonas y ajustará antes de dibujar detalles el espacio que ocuparán los ojos y los labios.
También a la hora de hacer las sombras será consciente de cual es el punto más oscuro y cual es el más claro y establecerá una escala a lo largo del dibujo aprovechando que los atajos del cerebro le harán creer que está viendo profundidad donde hay un papel plano.
Y para las formas tratará de buscar los espacios negativos para yuxtaponerlos a los positivos. Irá forzándose a olvidar que un ojo es un ojo y que una mano es una mano y verá formas abstractas para montar un puzle que resulte en una imagen en dos dimensiones que te engañe pareciendo un ser humano.
Cuando uno comienza a aprender a dibujar se enfrenta por primera vez a algo que pensaba que iba a ser mágico o como mínimo alquímico y se encuentra de sopetón con una cosa que tiene truco y que ese truco parece más un problema de matemáticas que magia blanca. Supongo que da bajón. Pero si sigue adelante puede descubrir un sitio donde las normas del mundo son otras y mover músculos diferentes y poco a poco ver como delante de sus ojos después de resolver unos cuantos problemas aparece una imagen como por arte de magia.